Un artículo del Embajador Nadav Goren

Las imágenes nos persiguen: una joven madre, Shiri Bibas, arrancada del corazón de la vida cotidiana, abrazando a sus dos pequeños pelirrojos, un niño de cuatro años y un bebé de nueve meses, cuyos rostros están marcados por el miedo mientras son arrastrados hacia Gaza. Esta escena, filmada por los terroristas de Hamas que asaltaron el Kibutz Nir Oz el 7 de octubre, encapsula la brutalidad y la inhumanidad de las acciones de Hamas. Fue una de tantas en esa mañana trágica, cuando los terroristas de Gaza mataron, violaron y desmembraron innumerables familias. Es un recordatorio claro de que Hamas no es un actor político legítimo, sino una organización terrorista cuyo único propósito es infligir sufrimiento y destrucción.
Durante más de 16 meses, el mundo observó horrorizado cómo Hamas exhibía a la familia Bibas en materiales de propaganda, explotando su sufrimiento para la guerra psicológica. A Yarden lo obligaron a aparecer en un video tras decirle que su familia había sido asesinada, una cruel manipulación que ejemplificaba el trato sádico de Hamas hacia los rehenes. Ahora, con la reciente liberación de Yarden, ha quedado claro el alcance completo del horror. Su reunión con la libertad tuvo el devastador precio de una confirmación: su esposa e hijos fueron asesinados por sus captores. Después de mantenerlos en condiciones inimaginables, de someterlos a miedo, privaciones y posiblemente algo peor, Hamas los mató. Un bebé. Un niño de cuatro años. Una madre.
La tragedia de la familia Bibas no es solo una catástrofe personal; es un recordatorio claro de la verdadera naturaleza de Hamas. Estos no son luchadores por la libertad ni miembros de la resistencia; son monstruos que deliberadamente atacan a civiles, asesinan niños e infligen el máximo dolor y tortura psicológica a sus víctimas. Los rehenes que han sido liberados relatan horrores difíciles de comprender: golpizas, hambre, violencia sexual y el terror constante de la ejecución. Hamas no libra la guerra como una fuerza militar; comete crímenes de guerra como una política sistemática. Estas no son acciones de seres humanos; son las características de una ideología depravada que glorifica la violencia y se regodea en el sufrimiento.
El asesinato de Shiri y sus hijos, la tortura que Yarden sufrió, el cautiverio continuo de otros rehenes, no son aberraciones en el comportamiento de Hamas. Son su esencia. Esta es una organización que construye túneles de terror en lugar de escuelas, que utiliza hospitales como cuarteles militares, que desvia ayuda humanitaria para alimentar su máquina de guerra. Su dominio no ha traído nada más que miseria a los civiles de Gaza, mientras enriquece a su propio liderazgo.
Quienes siguen apoyando o justificando a Hamas deben enfrentarse a estos hechos. Cada justificación, cada intento de contextualizar sus acciones, cada "pero" que sigue a la condena de sus atrocidades, solo sirve para permitir más sufrimiento. Hamas ha demostrado repetidamente que no tiene interés en la paz, no respeta la vida humana –ni palestina ni israelí– y no tiene una visión más allá del conflicto y la destrucción perpetuos.
Sin embargo, a pesar de esta realidad innegable, Hamas todavía encuentra apologistas en Occidente: activistas y políticos que, ya sea por ignorancia o malicia, alientan sus atrocidades justificando su violencia. Cada manifestación que glorifica a Hamas, cada voz que minimiza sus crímenes, solo extiende el sufrimiento de israelíes y palestinos por igual. Defender a Hamas es defender la barbarie. Apoyar a Hamas es sabotear cualquier esperanza de paz en la región.
La comunidad internacional debe unirse en el reconocimiento de que no puede haber paz, ni estabilidad, ni futuro para israelíes o palestinos mientras Hamas mantenga su control sobre Gaza. Su eliminación no es solo un imperativo de seguridad israelí; es un deber moral para cualquiera que crea en la dignidad humana y la posibilidad de paz en la región.
La historia de la familia Bibas debe servir como una llamada de atención. La familia Bibas y todas las víctimas del terrorismo de Hamas merecen justicia. El reinado del terror de Hamas debe terminar. No solo por la seguridad de Israel, no solo por el futuro de Gaza, sino por la posibilidad misma de un futuro en el que niños como Ariel y Kfir puedan crecer sin miedo de ser arrancados de los brazos de sus padres en la noche. No puede haber paz mientras Hamas siga gobernando. Si la comunidad internacional realmente busca justicia, si realmente le importan las vidas inocentes, debe mantenerse firme: Hamas debe ser desmantelado, su terror erradicado y su dominio sobre Gaza roto. El camino hacia la paz en la región comienza con el fin de Hamas.