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COLUMNA DE OPINIÓN

Columna de opinión del Embajador de Israel en Guatemala Alon Lavi

Articulo

Última llamada a la diplomacia: aplíquese ya la Resolución 1701

La implacable ofensiva de Hezbolá está impulsada por Irán, el mayor Estado patrocinador del terrorismo del mundo. Las huellas de Irán no solo se encuentran en Hezbolá, sino también en Hamás, los Houthis y una red de milicias chiíes en todo Oriente Medio, especialmente en Siria e Irak.

Israel vuelve a ser atacado. La organización terrorista Hezbolá intensificó su agresión contra Israel el 21 de septiembre, lanzando una serie de ataques dirigidos contra centros de población civil en el interior de Israel, devastando todo a su paso. En los últimos días, Hezbolá ha ampliado considerablemente el alcance de sus ataques con cohetes, añadiendo medio millón de israelíes más a los que ya estaban en peligro por ataques anteriores.

El actual conflicto iniciado por Hezbolá comenzó sin provocación alguna por parte de Israel el 8 de octubre, con frecuentes ataques lanzados desde el sur del Líbano, territorio del que Israel se retiró totalmente en el 2000. El ataque del pasado domingo se produce tras más de 11 meses de lanzamiento de cohetes, que han cobrado la vida de decenas de israelíes, entre ellos 12 niños inocentes asesinados durante un partido de fútbol. Estos ataques han convertido las regiones fronterizas del norte de Israel en una zona de muerte, desplazando a unos 70 000 israelíes de sus hogares y creando una crisis humanitaria y de seguridad que no puede ignorarse.

El 20 de septiembre, las FDI atacaron a los altos mandos de Hezbolá, que sostenían una reunión de alto nivel, en la que planeaban un atentado terrorista a gran escala contra comunidades israelíes, que sería un reflejo de la horrible masacre del 7 de octubre. Israel actuó para impedir este ataque y proteger a sus ciudadanos de una amenaza inminente.

Ante el ataque de Hezbolá, Israel está haciendo lo que haría cualquier nación soberana: defender la seguridad de todos sus ciudadanos, judíos y árabes por igual. Todo Estado tiene el deber de proteger a su pueblo de los ataques originados por enemigos,más allá de sus fronteras. Israel está cumpliendo con esta obligación en el marco del derecho internacional y seguirá haciendo lo que sea necesario para garantizar que sus ciudadanos puedan regresar sanos y salvos a sus hogares.

La comunidad internacional es cada vez más consciente del papel desestabilizador de Hezbolá en la región. Calificada de organización terrorista por numerosos países, entre ellos Estados Unidos, los Estados miembros de la Liga Árabe, Alemania, Australia y Reino Unido. Hezbolá participó activamente en las masacres cometidas por el régimen sirio y es un factor focal del caos en la región. Para restablecer efectivamente la estabilidad en Oriente Medio, es crucial que la comunidad mundial se una para reconocer oficialmente a Hezbolá como organización terrorista.

La cosa no acaba ahí. La implacable ofensiva de Hezbolá está impulsada por Irán, el mayor Estado patrocinador del terrorismo del mundo. Las huellas de Irán no solo se encuentran en Hezbolá, sino también en Hamás, los Houthis y una red de milicias chiíes en todo Oriente Medio, especialmente en Siria e Irak. Los representantes de Irán trabajan activamente para extender la violencia y el caos. El régimen iraní lleva mucho tiempo tratando de desestabilizar la región, imponiendo su ideología radical a través de la violencia para remodelar Oriente Próximo.

Sin embargo, las ambiciones de Irán van mucho más allá. Su influencia se extiende a Europa, África y América. Amenaza la seguridad mundial, incluso mediante el suministro de aviones no tripulados y misiles para atacar Ucrania, ya que apoya los esfuerzos que socavan la paz y la estabilidad en todo el mundo.

"La comunidad internacional debe actuar con rapidez y decisión para impedir la proliferación terrorista de Irán, antes de que las consecuencias lleguen más allá de Oriente Medio. Los hechos son claros; la única cuestión es si el mundo responderá antes de que sea demasiado tarde".

Si el mundo quiere poner fin a la violencia y restablecer la estabilidad, actuará con decisión. En primer lugar, la comunidad internacional debe aumentar las sanciones contra Irán, dirigidas contra las redes financieras, militares y terroristas del régimen de los Ayatolás.

En concreto, el mundo debe designar oficialmente al Cuerpo de la Guardia Revolucionaria de Irán como organización terrorista. El CGRI es el centro neurálgico de las operaciones terroristas globales de Irán. Sancionando y aislando a esta entidad, la comunidad internacional puede paralizar su capacidad para financiar y dirigir a grupos como Hezbolá. Sin este paso crucial, Irán seguirá eludiendo la rendición de cuentas, lo que le permitirá perseguir sus objetivos desestabilizadores sin control.

La comunidad internacional debe actuar con rapidez y decisión para impedir la proliferación terrorista de Irán, antes de que las consecuencias lleguen más allá de Oriente Medio. Los hechos son claros; la única cuestión es si el mundo responderá antes de que sea demasiado tarde.

Además, el Consejo de Seguridad de la ONU debe aplicar por fin la Resolución 1701, que ordena la retirada de las fuerzas de Hezbolá en Líbano al norte del río Litani. Esta resolución se aprobó para poner fin al dominio de Hezbolá en el sur del Líbano e impedir sus ataques contra Israel, pero Hezbolá sigue operando libremente en esa zona, con el pleno apoyo de Irán.

Hay que hacer frente al dominio de Hezbolá sobre el Líbano, a su ocupación del sur del país, a su reinado del terror contra la población civil israelí y al apoyo implacable de Irán a esta organización terrorista y a sus malévolas actividades. Israel se encuentra en la vanguardia de esta batalla, defendiendo no sólo a sus ciudadanos, sino también la seguridad y los valores del mundo libre.

La amenaza que representan Irán y Hezbolá es innegable. Ha llegado el momento de actuar. Quienes están verdaderamente comprometidos con la paz y la estabilidad en la región deben impulsar la aplicación inmediata de la Resolución 1701 del Consejo de Seguridad. Es la única forma de detener una guerra total.